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Estrés por calor
12-05-23
El estrés por calor afecta a nuestro animales a distintos niveles y es una asignatura pendiente.

Estrés por calor

Los procesos fisiológicos en los mamíferos requieren una temperatura corporal relativamente constante. Ello se debe a su condición de animales homeotermos. Puesto que la temperatura del ambiente que rodea al animal es variable, estos deben poner en funcionamiento una diversidad de mecanismos de adaptación a esa variabilidad térmica. Para ello, principalmente se modifican aspectos etológicos, es decir, de comportamiento:

  • Reducción del consumo de materia seca.
  • Desplazamiento hacia zonas frescas o de vientos dominantes.
  • Adopción de posturas en extensión, de pie o tumbados, para aumentar la superficie cutánea de sudoración y refrigeración, buscando además contacto con superficies o suelos fríos.
  • Auto humedecimiento de la superficie corporal.

Y aspectos fisiológicos también:

  • Aumento de la frecuencia respiratoria y de la salivación.
  • Incremento del flujo sanguíneo subcutáneo.

Todos estos cambios tienen como objetivo limitar la producción de calor y aumentar su eliminación.

Para que las tres funciones orgánicas principales de un animal (mantenimiento, crecimiento y producción) se den en un nivel óptimo, éste debe encontrarse expuesto a una temperatura ambiental incluida en el denominado intervalo termoneutro o zona de confort térmico. Cuando se sobrepasa esa temperatura entramos en el denominado estrés térmico. Dicho de otro modo, el estrés por calor aparece cuando la ganancia de calor del animal supera su capacidad de eliminación.

Cada especie animal posee una temperatura ambiental optima, de bienestar, en la que se encuentra en las mejores condiciones para desarrollar completamente su potencial productivo. Pero la habilidad de los animales para regular su temperatura corporal y llegar a ese punto de producción máximo, no sólo depende de la especie, sino que tiene gran importancia también la raza de que se trate. Los rumiantes son relativamente tolerantes al calor, pero las razas productoras de leche son típicamente más sensibles al estrés por calor debido a su catabolismo. Y, dentro de ellos, los individuos que producen mayor cantidad de leche padecen más sus efectos, ya que generan más calor metabólico.

Un aspecto muy importante a considerar es la sensación térmica ambiental. Es decir, la sensación real de calor que perciben los animales, que está condicionada por la relación existente entre la temperatura y la humedad ambientales. Por ello es fundamental tener en cuenta el índice de temperatura-humedad (ITH) que correlaciona ambos parámetros, fácilmente medibles mediante termohigrómetros.

Pero no solo va a afectar el ITH al bienestar térmico de nuestros animales. También es interesante analizar las condiciones de alojamiento, ya que parámetros como la ventilación y la radiación solar directa influirán en la aparición o no de estrés por calor en nuestra explotación.

Al contrario de lo que ocurre en las explotaciones de animales monogástricos en que la temperatura y sensación térmica están muy controladas, en las explotaciones de rumiantes este control es mucho menor, cuando no inexistente.

EFECTOS NEGATIVOS

El estrés por calor afecta negativamente al bienestar animal y, como consecuencia, en el caso de explotaciones de producción lechera, se produce una disminución de la producción, acompañada de una reducción de la concentración de grasa y proteína de la leche.

Además, los animales sufren en mayor o menor medida un estado de inmunodepresión, que trae como consecuencia el incremento de la incidencia de enfermedades en nuestro rebaño, como mamitis que causan un aumento del recuento de células somáticas en la leche y su consecuente pérdida de calidad.

Pero sus efectos negativos no se detienen ahí, pues también se dan efectos indeseables a nivel reproductivo. Se producen alteraciones de la liberación de las hormonas LH y GnRH y se reducen drásticamente los índices reproductivos, con celos silentes, muertes embrionarias, menor tasa de concepción, menor peso al nacimiento, entre otros.

Estos efectos negativos del calor se ven incrementados cuando:

  • Los animales no cuentan con agua fresca a libre disposición.
  • No existen áreas sombradas en los patios de ejercicio y patios de espera al ordeño.
  • El desplazamiento del ganado por las instalaciones es excesivo.
  • Los tiempos de espera al ordeño son prolongados.
  • Las instalaciones están mal diseñadas, con ventilación natural deficiente.

Sin embargo, existen medidas, algunas de fácil aplicación, que nos van a permitir minimizar estos efectos negativos:

  • Adecuado manejo de la alimentación, con el objetivo de aumentar la ingesta ya que los animales comen menos cuando sufren estrés por calor.
    • Utilizar forrajes de alta calidad y digestibilidad.
    • Evitar elevados contenidos de proteína.
    • Aumentar el aporte de grasa para conseguir más energía.
    • Distribución de la ración en las horas más frescas del día.
    • Optimizar el consumo de agua aumentando su renovación y el número de bebederos disponibles.
  • En cuanto a los alojamientos:
    • Adecuada elección del material de cama, utilizando materiales de elevada conductividad térmica que faciliten el enfriamiento de los animales.
    • Proporcionar zonas de sombra adecuadas en las que los animales dispongan de comederos y bebederos.
    • Empleo de ventiladores, evaporadores u otros dispositivos para disminuir la temperatura del entorno.
    • En naves de nueva construcción, tener en cuenta la orientación, los vientos dominantes de la zona, situación con respecto a edificios cercanos, etc.

Para finalizar, debemos tener en cuenta que el estrés por calor no solo afecta a los animales que habitan los climas cálidos, sino que es un problema que se está generalizando en los climas templados, como es nuestro caso, ya que cada vez sufrimos con más frecuencia olas de calor debido al cambio climático.


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