No se nos pasa por la cabeza que algún día no tengamos a nuestra disposición alimentos de calidad y a un precio asequible para comer, pero eso es a lo que estamos abocados si no damos solución a los problemas del campo.

El sector agrario está sufriendo, desde hace tiempo, las consecuencias de un abandono secular al que se une una normativa que pretende convertir a los agricultores en burócratas, todo el día rellenando papeles para cumplir una normativa redactada como si el campo fuera una fábrica donde el agricultor pudiera controlar el clima y decidir sin más limitaciones que su voluntad. Nuestro modo de vida urbano nos aporta servicios y comodidades al tiempo que nos aleja de la realidad más fundamental, la que hace que podamos vivir: nuestra alimentación.

Damos por hecho que todo lo que necesitamos, incluso lo más básico, como son los alimentos que comemos todos los días, siempre va a estar ahí, en el lineal del supermercado, esperándonos para satisfacer nuestras necesidades con la máxima calidad, seguridad alimentaria y al mínimo coste. Pero eso solo es posible con el trabajo diario de los agricultores, los ganaderos, las cooperativas, empresas agroalimentarias y las cadenas de distribución. Agricultores y ganaderos que, superando las adversidades meteorológicas, salen al campo cada día para abastecer a la población con alimentos sanos y de calidad. En la pandemia no faltaron alimentos gracias a los agricultores y ganaderos que siguieron trabajando cada día para que no faltaran alimentos de calidad en nuestra mesa. Es en el campo donde todo comienza. Sin el campo, no hay nada. Sin el campo, no hay vida. Sine agricultura nihil, que decían los romanos, sin agricultura nada.

Es obligación de todos defender nuestra soberanía alimentaria. El sector agrario es esencial para garantizar nuestro modo de vida, nuestra alimentación; la dependencia de terceros países para cubrir necesidades básicas supone un riesgo que no nos deberíamos permitir. ¿De dónde obtendremos nuestros alimentos si llenamos nuestros campos de placas solares propiedad de grupos financieros multinacionales a los que les adjudican ingentes cantidades de dinero público?, ¿queremos convertir nuestros pueblos en cementerios rodeados de placas solares? Los consumidores demandamos productos de aquí, de km0; por calidad, por seguridad alimentaria, por precio, por el medioambiente y por garantizar nuestro propio futuro.

El medio rural se muestra hoy como un entorno adecuado para vivir y desarrollar una actividad profesional con mayores garantías y un modo de vida ligado a la naturaleza. ¿Por qué quieren destruirlo?, ¿o, quizá, el objetivo de los gobiernos es el de vaciar los pueblos? Se está subordinando la soberanía alimentaria a la estrategia energética a conceptos medioambientales erróneos, se está subordinando la soberanía alimentaria a las necesidades de países industriales y otros que no dudan en utilizar a la agricultura como moneda de cambio para favorecer su industria.

Conocer la realidad de nuestra agricultura y declararla actividad prioritaria debería ser la base para las instituciones que nos gobiernan, y que promulguen normas que tengan en cuenta a aquellos que, con su trabajo, sostienen todo lo que somos como sociedad. Una PAC plagada de exigencias medioambientales basadas en la ideología y no en el conocimiento científico que hace inviables las explotaciones; burocracia farragosa e inasumible para el agricultor; competencia desleal de productos importados que no cumplen con los requisitos que se exigen a los productores locales. Los puertos llenos de cereales procedentes de terceros países, de Rusia y otros, producidos sin cumplir la normativa europea, con semillas y tratamientos no autorizados en Europa, que entran libremente sin ningún tipo de control, sin aranceles, etc. y los agricultores de Castilla y León sin poder vender su cosecha o hacerlo a pérdidas porque la normativa de la UE les supone incurrir en unos costes que no tiene el cereal que viene de fuera. ¿Qué pasaría si de estos mismos países vinieran trabajadores a mitad de salario, sin cumplir el convenio, sin dar de alta en la seguridad social, sin nada de nada? Pues esto es lo que está pasando, los agricultores en pérdidas, sin relevo generacional, y los políticos dándoles la espalda, y los burócratas queriendo convertirles en “escribientes”, eso sí, digitalizados, lo que supone una nueva exclusión para personas de cierta edad que no han nacido en la era digital.

Y, sobre todo, la falta de políticas estratégicas para el sector primario que garanticen la soberanía alimentaria en España y en Europa, el mantenimiento del modo de vida rural, la salud y el cuidado del medio ambiente. Cabe recordar, que la Política Agraria Común (PAC) ya tenía como objetivos fundacionales garantizar el abastecimiento de alimentos a la población y establecer una cadena de suministro segura y a unos precios razonables. No debemos olvidar estos principios.

La actividad agraria debe ser rentable y valorada por la sociedad. Solo así tendrá asegurado su futuro y podrá afrontar el reto de alimentar de manera adecuada a una población mundial creciente. Disponer de tierras de cultivo suficientes, agua para regar y jóvenes agricultores que den el relevo generacional necesario son básicos para seguir produciendo alimentos. Pero tenemos que tener un plan para que esto sea posible, una estrategia alimentaria basada en el conocimiento y la profesionalidad, compartida por todos, que no castigue la producción, sino que la haga sostenible. Nos jugamos nuestra supervivencia en ello.